martes, 18 de agosto de 2009

EL JUEGO ES IMPORTANTE PARA EL NIÑO







¿Por qué es tan importante jugar? Para el bebé y el niño, jugar es la manera de descubrir, explorar y conocer el mundo.Es su actividad principal. Una experiencia creadora constante.Y para poder desarrollarla adecuadamente necesita, desde los inicios de su vida, poder hacerlo en un ámbito confiable que le dé seguridad, donde pueda usar todos sus sentidos, para a partir de allí ir desarrollando funciones más complejas tales como sentir, percibir, intuir, pensar.Jugar es la posibilidad de construir un espacio y un tiempo especial donde todo es posible. Es encontrarse con los propios deseos, intereses, afectos, y con el placer... "porque si" de jugar, más allá de los resultados visibles que obtenga. Es entrar en un mundo de sensaciones y ponerlas en acción, incluso aun cuando no se ha adquirido el lenguaje. Jugar es un asunto serio Generalmente se asocia el juego con diversión, pasatiempo, entretenimiento.¿Pero el jugar...es sólo eso?NO, es mucho más que eso. Es el factor dominante de la vida infantil. Es su actividad y "trabajo por excelencia". Jugar es crecer.Desde que el bebé nace, ya en sus momentos de alimentación, disfruta del acto de alimentarse mas allá de nutrirse de la leche materna. Este es su primer "jugar", con el pecho, con la mirada, con los gestos, con la mamá. Chupar objetos, manipularlos, golpear, arrojar, buscar, sacar, poner, esconder, etc., serán las maneras que tendrá de desplegar todas sus posibilidades y potencialidades afectivas e intelectuales.
Y también de conocer su cuerpo y de recrear la realidad en la que vive.
¿Hay diferentes modos de jugar? Las maneras de jugar van cambiando a medida que los chicos crecen y se desarrollan en lo físico, psíquico y social.Los primeros juegos son los funcionales; estos son aquellos en que el bebé está "jugando" aunque a veces no nos demos cuenta de ello.¿Cómo? El bebé tiende a prolongar las sensaciones placenteras repitiendo una y otra vez una actividad o un movimiento, con el fin de mantener ese placer que en un primer momento obtuvo por casualidad. Así logra con el tiempo realizar esto con mayor seguridad, lo que le da mucha alegría y confianza en sí mismo.Con la aparición del lenguaje, esta repetición física se traslada a las palabras. Repite sonidos, ruidos, palabras, como una manera de comenzar a dominar esta nueva posibilidad que se le abre en el mundo: la comunicación verbal. Nuevamente, en un inicio lo hace por el placer mismo de experimentar sensaciones nuevas, y con el tiempo comenzará a desarrollar el juego simbólico que se da durante el segundo año de vida, donde su forma de jugar comenzará a complejizarse y hasta podrá imitar o dramatizar situaciones familiares vividas por él (jugar a la mamá, al doctor, jugar a alimentar o dormir a un muñeco, etc.). ¿Cúales son los "mejores juegos"? Son aquellos que el bebé o el niño eligen espontáneamente. Podremos ofrecerle muchas alternativas (ositos de colores brillantes y texturas suaves, sonajeros musicales, móviles de colores, cuneros) pero él elegirá quizás... el llavero de casa. Cualquier situación u objeto puede convertirse en algo para jugar. Lo importante es poder mirar y acompañar a los chicos en esta constante y placentera tarea de experimentar, de conocerse y conocer el mundo. Y jugarse junto con ellos en la aventura de vivir la vida.¿Vamos a jugar?

Cómo enseñar a nuestros hijos a apreciar los valores







La asimilación de valores por parte de los hijos se produce a partir de dos procesos de actuación que los padres podemos ofrecer de manera correlativa. Un proceso de inmersión cuando son pequeños, en el que nuestro ejemplo de padres les induce a imitar nuestra conducta, y un proceso de convicción intelectual, cuando empiezan a ser mayores, en el cual se les convence por la fuerza de la razón, mediante el diálogo.
Todas las personas, de manera más o menos consciente, disponemos de una amplia relación de cosas que consideramos valiosas y por las que estamos dispuestos a esforzarnos y a perseverar. Todas esas cosas (bienes, actitudes, maneras de actuar, ideas…) son lo que llamamos valores. Son especialmente importantes porque son los indicadores que rigen nuestra conducta.
Seguramente a todos los padres nos gustaría que nuestros hijos compartieran con nosotros esa valoración de las cosas, que asumieran los valores que nosotros consideramos importantes. Nos da miedo que se equivoquen en algo tan importante, que consideren alguna cosa como algo valioso y apetecible, y que en realidad no sea más que un espejismo.
¿Hay alguna manera de asegurar que mi hijo asuma unos valores realmente valiosos? O dicho de otra manera, ¿puedo enseñar a mi hijo a apreciar los mismos valores que a mí me parecen importantes? La respuesta es que sí, aunque naturalmente no se puede asegurar completamente. Se puede afirmar que, si se intenta de manera coherente, los resultados son apreciables. Por otro lado también conviene asegurarse de que los valores que tenemos son realmente lo mejor que podemos ofrecerle.
Como es lógico, es del todo imposible tener la certeza de que los valores que consideramos primordiales son tan importantes como nos parece. Pero como mínimo, debemos valorar nuestra propia coherencia. Puede ocurrir, por ejemplo, que pensemos que es muy importante ayudar a los demás y colaborar con ellos y luego llegamos a casa y dejamos que nuestra pareja haga todas las tareas mientras nosotros “descansamos del duro trabajo”. Si nuestra conducta no se adapta a nuestra escala de valores, revisemos nuestra conducta o nuestra escala de valores y cambiemos alguna de las dos. Generalmente debería ser nuestra conducta lo que tendríamos que cambiar.
Una vez decididos los valores que vamos a enseñar, veamos cómo hacerlo. Básicamente hay dos procesos para conseguirlo: la inmersión y la convicción intelectual.
InmersiónReferido a la educación de los valores, “inmersión” se refiere a hacer que nuestro hijo esté, desde el primer momento en que llegó a nuestra familia, inmerso en un ambiente en que nuestras maneras de actuar dan testimonio de los valores que intentamos comunicar.
Los niños, desde el primer momento, actúan imitando las conductas y actitudes que ven a su alrededor. Mas tarde, a través del lenguaje, llegan a comprender las razones por las que sus padres actúan así. De este modo, la manera de actuar de los padres y las razones por las que lo hacen, conforman una especie de fluido que envuelve al niño y que penetra dentro de su inteligencia y de los hábitos que va adquiriendo. Y casi sin proponérnoslo, va asumiendo nuestros valores. Estoy hablando del ejemplo que damos el padre y la madre al unísono y que es muy significativo cuando los hijos son pequeños.Pero en realidad no está todo resuelto, ni mucho menos. El fluido ambiental que rodea a nuestros hijos no es únicamente el ejemplo de los padres. Hay otros muchos ejemplos e influencias que flotan en el ambiente (gran familia, amigos, compañeros, profesores, medios de comunicación…) y que también penetrarán en la inteligencia de nuestro hijo y en los modos de actuar que imita. Y como quizás muchos de esos ejemplos e influencias sean negativos nos preguntamos si podemos hacer algo para minimizar su influencia. Sin lugar a dudas la respuesta es sí. Podemos hacer como mínimo cuatro cosas:
– Dedicar el máximo tiempo posible a la convivencia familiar, con la intención de que, cuanto mayor sea el tiempo de convivencia familiar, menor influencia ejercerán otros ejemplos. Hay que aprovechar cuando nuestros hijos son pequeños y tienen menos autonomía para frecuentar otros ambientes.- Estrechar nuestras relaciones afectivas con ellos. El ejemplo es mucho más decisivo cuanto más importe a los niños la persona que lo ofrece. Será, por lo tanto muy importante mostrarle nuestro cariño y aceptación habitualmente.- Enjuiciar las actuaciones o afirmaciones de otros cuando contradigan nuestros propios valores, eso sí, con respeto. Ya que no podemos evitarlos, al menos presentemos ante sus ojos elementos críticos.- Desarrollar en nuestros hijos hábitos de conducta relacionados con valores importantes. Estos hábitos son especialmente importantes en los seis o siete primeros años. Durante esos años podrá aceptar sin dificultad las conductas que le proponemos los padres por la confianza que deposita en nosotros. Así, cuando tenga más edad podrá relacionar su modo habitual de comportarse con los valores que entraña. Entonces el mismo hábito formará parte del ambiente que le rodea por lo que le será más fácil aceptar como bueno algo que le resulta muy familiar.
La convicción intelectualNo es otra cosa que apreciar algo como bueno, conveniente o útil para sí mismo o para los demás mediante el razonamiento lógico. Es un recurso que se puede utilizar cuando nuestros hijos son un poco mayores, cuando, paralelamente a su llegada a la adolescencia, comienzan a tener recursos intelectuales suficientes para establecer relaciones entre distintos valores y para deducir las posibles causas y consecuencias de las diferentes maneras de comportarse.La manera de entrenar su capacidad de razonamiento y, con ella, la de apreciar los valores más importantes será mediante el diálogo y el debate de ideas. En este momento en que los hijos empiezan a percibir que no somos las personas perfectas y todopoderosas que imaginaban cuando niños, es la ocasión de enseñarles a apreciar los valores, no ya por la confianza que les inspirábamos sino por la fuerza de la lógica.

¿APRENDEN TODO LO QUE VEN?







Si un niño vive criticado, aprende a condenar.

Si un niño vive con hostilidad, aprende a pelear.

Si un niño vive avergonzado, aprende a sentirse culpable.

Si un niño vive con tolerancia, aprende a ser tolerante.

Si un niño vive con estimulo, aprende a confiar.

Si un niño vive apreciado, aprende a apreciar.

Si un niño vive con equidad, aprende a ser justo.

Si un niño vive con seguridad, aprende a tener fe.

Si un niño vive con aprobación, aprende a quererse.

Si un niño vive con aceptación y amistad, aprende a hallar AMOR EN EL MUNDO.



El aprendizaje del comportamiento infantil se basa en la imitación, tal como vemos en este revelador video, que es un spot publicitario anglosajón, premiado a nivel internacional. Desde pequeños van imitando las conductas de sus mayores, tanto las positivas como las negativas. Es año tras año, están inmersos en un ambiente que les queda grabado en el disco duro y luego lo repiten. Si chillas, chillan; si eres ordenado, ordenan; si lees, leen... Aprenden de ti lo bueno, lo mejor y también lo peor. Por eso es bueno disculparse cuando te equivocas e intentar ser un buen ejemplo para ellos. Vale más una imagen que mil palabras, así que volved a verlo, vale la pena.

Morder y Pegar en el Jardín de Infantes







Es bastante frecuente que, después de una jornada de jardín, alguno de los chicos salga con un mordiscón o un golpe fruto de un encuentro complicado con un compañero. Esto sucede fundamentalmente en las salas de los más chiquitos –especialmente sala de 2 y sala de 3- y no se ve tanto en las salitas de 4 y 5 años.
Lo que sucede con los más pequeños es que el nivel de desarrollo del lenguaje todavía no les permite expresar sus emociones por medio del mismo y por eso algunos chicos manifiestan su enojo o disgusto pegando o mordiendo a otro. Ahora, cuando son más grandecitos, por ejemplo en las salas de 4 y 5 años, un chico que recurre muy frecuentemente a la violencia para solucionar sus conflictos ya debería ser un llamado de atención para sus padres y maestros, porque indudablemente necesita ayuda.
Como padres, saber que nuestro hijo es el que pega en la sala resulta una situación muy incómoda frente a los demás padres y, además, genera dudas acerca de “qué es lo que se hizo mal”. Muchas veces los padres del nene que pega sienten que se los juzga negativamente, que se cuestiona la educación que le están dando al niño y pueden sentir culpa en relación a los chiquitos que fueron mordidos o golpeados por su hijo.
En el caso de que esto suceda habitualmente, es importante que los padres puedan hacer una consulta con un profesional –sin llevar al niño-, para que les dé herramientas de manejo y para que pueda contenerlos si se sienten angustiados o superados por la situación.
Las razones por las que un niño de entre 3 y 5 años pega o muerde pueden ser varias:
- dificultad para expresarse verbalmente - búsqueda de atención- muy baja tolerancia a la frustración (lo que hace que no soporte que las cosas no sean todo el tiempo como él quiere)- imitación (si es educado a los golpes, va a aprender que así se obtienen las cosas)- expresión de la angustia por alguna situación que se esté dando en el seno de la familia (separación de los padres, muerte de un abuelo, nacimiento de un hermano, etc.)
Más allá de la consulta con un profesional, que en algunos casos se impone, cuando las situaciones violentas se dan sólo en la escuela (o también en la escuela), es muy importante poder tener reuniones tanto con la maestra de la sala como con la directora y la psicopedagoga del jardín. Trabajar en equipo y poder tener una mirada más abarcativa del niño y sus actitudes permitirá buscar más y mejores estrategias para ayudarlo.
Si sólo sucede en casa, también se puede pedir una reunión con alguno de los profesionales del jardín para recibir orientación y, de ser necesario, buscar un profesional externo. La actitud de los padres, en el momento del golpe, debe ser de mucha firmeza señalando que no se pega, que no se muerde y que hay otras formas de pedir o expresar lo que se desea. La enseñanza de la paciencia, los tiempos de espera, la tolerancia, la generosidad y el valor de compartir debe estar presente en todo momento.
Si bien es importante poner límites claros, que los chicos noten que no está bien y que sus padres no van a permitir que él pegue, de ninguna manera hay que decirle que es “malo”. Lo negativo es la acción, no el niño: lo que hizo está mal, no es que él sea malo. Por otro lado, hay que tener en cuenta que los chicos que necesitan recurrir al golpe para resolver sus conflictos no lo disfrutan sino que, por el contrario, están mostrando con su actitud que hay algo que no está funcionando y que están pidiendo ayuda.

Conversando con un Niño Pequeño





Características del desarrollo del lenguaje en los niños de 1 a 5 años.Sobre la base de lo ensayado y aprendido en el primer año de vida avanza decididamente la adquisición del habla.
De 1 a 2 años:
- Verbaliza palabras, combinando sonidos de la lengua (idioma) reconocibles por el adulto, ampliando considerablemente su léxico.- Utiliza una sola palabra con la intención de comunicar mensajes más amplios. Por ejemplo: dice "papá" para expresar: ahí está papá, donde está papá, quiero ir con papá.- Intenta reproducir palabras que escucha en su medio sociolingüístico.- Participa de la interacción verbal: escucha cuando le hablan y responde usando los recursos que posee. Usa gestos y entonaciones diferentes según interrogue, pida, ordene, se queje, etc..- Comprende y reconoce nombres de personas, objetos, referencias a acciones, situaciones y lugares conocidos, algunas partes del cuerpo, interrogaciones con palabras ¿qué? o ¿dónde?.
De 2 a 3 años:
- Realiza inicialmente combinaciones de dos palabras. Ejemplo: "agua más" - "mamá acá" (frase rudimentaria) y progresivamente incrementa la cantidad de combinaciones de palabras.Va perfeccionando la organización y la estructura de los enunciados hasta lograr formular una frase simple pero completa conformada por cuatro o más palabras. Por ejemplo: "no está la abuela".- Puede referirse a objetos, personas y situaciones que no están presentes en el momento que las menciona.- Interroga - ordena - afirma- niega.- Dice "mi", "mío", su nombre propio y "yo" autoseñalándose, tocándose el cuerpo.- Progresa en la comunicación verbal de frases que incluyen pronombres, sustantivos, verbos, adjetivos y algunos adverbios.
De 3 a 4 años:
- Usa la palabra "yo" para autoreferirse, para representarse a sí mismo.- Se produce el gran despliegue del lenguaje.- Comprende y construye frases progresivamente más completas, complejas y extensas.- Perfecciona su dicción, pronunciando correctamente todas las palabras con sus respectivos sonidos alrededor de los 4 a 4 ½ años.- Conoce y nombra colores y utiliza plurales.- Inicia sus primeras referencias temporales al pasado y al futuro.- Interroga usando la forma "porqué?" con diversas intenciones: mantener el diálogo, pedir razones, requerir más información, etc.
De 4 a 6 años:
- Es un gran charlatán, tiene un vocabulario extenso y forma oraciones completas.- Se expresa en pasado y en futuro.- Cuenta historias e inventa situaciones. Realiza juegos de palabras (chistes y absurdos verbales).- Reconoce las letras del alfabeto, escribe su nombre y copia otras palabras.La ausencia o retraso importante en la adquisición de éstas habilidades deberá alertar a los padres y transmitirlo en la consulta al pediatra.
Recursos que favorecen la comunicación.-Los distintos ámbitos donde haya personas que le hablen y lo escuchen al niño con respeto y atención, de acuerdo a sus posibilidades de comprensión y uso del lenguaje, propiciarán su desarrollo lingüístico.
-Más importante que hablarle mucho o "invadirlo de discursos", es hablarle con palabras y frases que se adecuen a sus posibilidades de comprensión. El niño muestra verbalmente y/o a través de sus comportamientos cuando no comprendió lo que se le dijo.
-Miremos al niño a los ojos y al rostro mientras le hablamos.
-Debemos hablarle despacio y ser pacientes para escucharlo.
-Es conveniente y no sólo para el desarrollo del habla nombrar los estados de ánimo que el niño o la familia expresan, alegría, tristeza, enojo, dolor, esperanza y también sus motivos ya que facilita la comprensión de los mismos, genera confianza y permite que sus experiencias sean más seguras y confortables.
-Elogiemos sus logros y esfuerzos para hablar. No corrijamos su gramática diciéndole "lo dijiste mal" solo debemos reproducir su frase con un ejemplo correcto. Además las expresiones de elogio permiten que el niño se apropie de ellas para gratificarse o gratificar a otros al usarlas.
-Las expresiones de desaprobación debemos limitarlas en su uso y sólo emplearlas para frenar comportamientos de riesgo, violentos o antisociales tratando de redireccionar los mismos utilizando palabras que lo orienten hacia comportamientos saludables y positivos mostrándole lo que está bien y lo que es seguro.
-Los adultos debemos hablar como adultos. Hablar con la manera de un niño pequeño puede resultar gracioso para nosotros pero no lo ayuda a desarrollar y perfeccionar su lenguaje. El niño pequeño es capaz de entender más palabras de las que puede decir.
-Siempre tengamos presente que una conversación tiene 2 interlocutores, permitamos entonces al niño expresarse dándole tiempo y espacio para hacerlo, respetando y promoviendo la alternancia de los turnos para hablar. El juego del teléfono, por ejemplo, facilita este aprendizaje.
-Hablémosle de las cosas que le interesan, que llamen su atención o despertemos previamente su interés; luego podemos enriquecer sus oraciones y orientar su significado y pronunciación.
-Usemos otras expresiones corporales para comunicarnos: los gestos, la mímica de la cara o las posturas del cuerpo son recursos que facilitan la comprensión y enriquecen el diálogo.
-Hay momentos que son más propicios para hablar y debemos aprovecharlos: el baño diario, las comidas, los paseos.
-Mencionar y repetir los nombres de cosas y personas presentes, también las simbolizadas en imágenes e ilustraciones y describir sus formas, colores, belleza, ubicación, semejanzas y diferencias, etc.
-Permitámosle participar de algunos quehaceres cotidianos no riesgosos mientras hablamos sobre ello por ejemplo: "vamos a acomodar la ropa", "alcanzame tus medias", "¿dónde las guardamos?".
-Frecuentemente repitamos las ideas importantes: valores, cuidados, normas, variando las palabras cada vez.
-Nombrar, repetir e identificar los distintos sonidos producidos por cosas o animales por ejemplo: el gato maúlla "miau", el perro ladra "guau", la vaca muge "muuu", etc.
-Es muy importante leerle cuentos adecuados a su edad y facilitarle la exploración del libro y sus ilustraciones y animarlo a crear un relato sobre lo que observa por ejemplo: ¿qué está haciendo el conejo?.
-Las canciones, las rimas y poesías, el juego compartido con los padres y hermanos y el relato de las acciones que le interesan mientras suceden, son excelentes recursos para el desarrollo del habla.
-Hablar es naturalmente placentero y es bueno recrear y mantener esa sensación mientras nos comunicamos.
La actitud atenta y valorizadora de quien recibe las expresiones verbales del niño serán estimulantes y fortalecedoras para su progreso como hablante.

El único milagro para la persona con Síndrome de Down es su educación.






La estimulación temprana, comienza el día que cargamos a nuestro hijo en brazos por primera vez y no hay nada en estos primeros meses que lo diferencien de otro niño en sus necesidades básicas: saber que lo aman y lo cuidan. Pero pasados esos primeros meses es necesario "ayudar" a ese pequeño a reforzar su cuerpo y preparar su mente para futuros aprendizajes. La finalidad de la Estimulación Temprana debe ser que ese niño genere su propia personalidad, su ubicación en la familia y luego en la sociedad. Las técnicas para desarrollar una Estimulación adecuada pueden ser variadas, pero deben responder a un plan o programa, previamente organizado. Pero más allá de los métodos, es la actitud lo más importante. Todas las funciones del cuerpo humano están controladas por el cerebro y es una realidad que los científicos de hoy lo dejaron de ver como algo estático e inamovibles, muchos conceptos de estudiosos del tema en las distintas universidades del mundo sostienen que "el cerebro crece por su uso". Tenemos cinco caminos sencillos para llegar a él, y éstos son los cinco sentidos. Si el niño recibe distintos sonidos, si se le habla constantemente y se lo deja escuchar música, pronto podrá diferenciar y ejercerá sus preferencias, a través del tacto aprenderá lo doloroso, lo frío, lo caliente; entrará a un mundo comprensible para él; lo mismo sucederá con los tres sentidos restantes. Estimulación también significa oportunidad, si el niño está todo el día sentado tardará mucho más en caminar que si lo dejamos en el piso, favoreciendo en primer lugar su arrastre, que se convertirá en gateo y luego lo transformará en caminante. El desarrollo va relacionado con la adquisición de conocimientos. Las áreas a estimular en un niño están íntimamente relacionadas entre sí. Es un hecho que un niño con buen desarrollo motriz podrá moverse más y encontrar en nuevas experiencias un mayor aporte de datos para su intelecto, de la misma forma que al acceder a un mayor conocimiento intelectual se volverá más movedizo y curioso. Es una forma de proveer al cerebro del niño los datos, usando el camino sensorial, para que el niño los almacene y procese y pueda, de esa manera, lograr que toda la información que entra pueda salir en realizaciones propias. Ante la ausencia de información hay ausencia de resultados. La clave para hacer crecer los caminos sensoriales es ESTIMULACION. La clave para hacer crecer los caminos motores es OPORTUNIDAD. Es muy difícil, por no decir imposible, llevar a la mente infantil más allá de lo que le provoca placer; nuestro sistema de educación familiar, y luego escolar, generalmente apunta a señalar las fallas del niño y no estimula lo suficiente sus éxitos o aciertos reprimiéndolo. Los seres humanos tendemos a evitar todo aquello que no nos hace exitosos, el niño no es una excepción; si se lo felicita cuando logra hacer algo aunque no sea todo lo que tiene que hacer, él se siente feliz y querrá volver a intentarlo. Un hijo es una responsabilidad de vida, es quien nos trasciende, es un ser ávido de recibir, si lo estimulamos con amor, se esforzará por amor, si lo estimulamos con alegría y verdadera entrega será un ser feliz y generoso, alejado del temor a no poder.

Mi Hijo no Habla. ¿Es un Haragán?







Es una teoría popular que los niños que no hablan son vagos o haraganes y los que hablan mucho son inteligentes. Ahora bien ¿podemos decir que esto es siempre cierto? No, no lo es.Los niños que hablan mucho, son inteligentes en el área del lenguaje, y habría que conocerlos para ver cómo se desenvuelven en algunas áreas como el juego, el espacio, la sociedad, la independencia, entre otras. Los niños que no hablan, no lo hacen porque no pueden, o porque no quieren. Esa es la perspectiva desde la cual comenzaremos a conocer a esa personita, que con pocas palabras o con ninguna está inmerso en un medio hablante que demanda de ellos más de lo que pueden dar.Entre un niño que no habla y uno que habla mucho hay una extensa gama de posibilidades, ahí ubicamos a casi todos los niños. Lo importante es cómo y cuánto se comunica.Muchas veces se dice que el niño "no habla", y en realidad, cuenta con un caudal muy escaso de palabras. El medio familiar, principal estimulador, y a la vez "evaluador" de las capacidades del niño, puede ser muy laxo o muy exigente con él. Así hay algunos que son muy presionados, y otros que a los 3 años acuden con un léxico de 10 palabras (correspondiente a 15 meses de edad proximadamente). Si partimos de la base de que el niño es un haragán, no valoraremos otros intentos comunicativos válidos, como gestos, miradas, sonidos, y aún más descuidaremos otras áreas que sustentan al lenguaje y que son sus pilares, en las cuales podría estar la clave de la dificultad del lenguaje.
¿Cuándo es necesario hacer una consulta, si mi hijo aún no habla?Cuando surge una duda sobre el lenguaje del niño, el problema ya está instalado, porque la preocupación de los padres incide en su evolución ya que pierden espontaneidad en la estimulación, por el desconcierto, por los múltiples consejos y miradas del entorno, y por la falta de respuesta del niño. Una consulta no siempre implica un tratamiento, la evaluación puede dar lugar a pautas a los padres que agilizarían el desenvolvimiento del niño.
¿En qué consisten esas pautas que los padres podrían recibir? Una orientación adecuada tendrá como principal objetivo rescatar actitudes espontáneas de los padres, reforzándolas, y descartar aquellas que no son favorecedoras para el desarrollo del lenguaje.Veamos un ejemplo: Suponemos que un niño de 20 meses no tiene ninguna palabra, se maneja con sonidos, algunas expresiones como ay! uh!. Es capaz de señalar cuando quiere algo. Imita a sus padres en las actividades del hogar, como mecer un muñeco, o trata de peinarse mirándose al espejo. Con estos pocos datos podemos decir que es un niño comunicativo, que cuenta con capacidades correspondientes a su edad en áreas como autonomía y comunicación. La expresión verbal no se está desarrollando acorde a lo esperado. Una pauta adecuada sería que siempre se valoren los intentos comunicativos, que no se ignoren sus esfuerzos por expresar un deseo o necesidad. Esto es fundamental. Muchas veces creemos que con hacernos los desentendidos estamos propiciando la expresión verbal, sin embargo, el primer paso para ésta es la motivación, y si el niño no tiene con quién hablar o esto requiere demasiado esfuerzo perderá las ganas de hacerlo.
Como conclusión podemos decir que para tener un parámetro la primera palabra surge entre los 10 y los 18 meses. Luego de este surgimiento acontece una "explosión denominativa", cuando el niño adquiere palabras nuevas cada día, y asimila con mucha facilidad todo aquello que es de su interés y lo motiva. Mas allá de la cantidad de palabras, es importante la calidad comunicativa, sobre la cual construirá su lenguaje.La clave está entonces en valorar cada intento comunicativo, escuchándolo con atención, dándole un modelo adecuado con un lenguaje claro y adulto (sin utilizar palabras mal pronunciadas o lenguaje de bebé como "guau guau no tá, hace nono"),Y lo principal: confiar en la intuición ya que todas las pautas que se le dan a los padres están tomadas de la estimulación natural.